6/5/10

Dedicatorias

Débora Izaguirre me dio un puñetazo con la derecha y luego me remató con otro con la izquierda.
Yo me enamoré.
El de la derecha fue en el cabaret “Fina y Segura. El musical”, tête-à-tête con nuestra admirada colaboradora, la también grandísima Rocío García Cano.

El de la izquierda, el que me remató y dejó K.O., fue su delirante interpretación de la sanguinaria Erzsébet Báthory en “Aeropuerto Gutenberg”.

Desde entonces soñaba despierto con poder trabajar un día con ella. ¡Y qué suerte la mía! Cuando terminé el manuscrito de esta obra, Débora aceptó inmediatamente ser la Medea de mi vida.

Lo mejor que me ha pasado este año ha sido poder trabajar muy de cerca, aprender, compartir sala de ensayos con una serie de actores a los que no cambiaría por nadie en el mundo. Esto, para un autor español novato, es un lujo tan grande como lo es, ya es en sí mismo, estrenar una obra en Madrid. Así que perdonadme todos si ando por la vida en plan “que ni yo mismo me lo creo”.

Para añadir una nota más al humor escabroso y retorcido de una obra que está llena de esos momentos, se da la situación extraña de que he dedicado este personal homenaje a Medea, la madre más sangrienta de la historia, a mi querida amiga, Mamen Sánchez.

Mamen resulta ser una entregada madraza de cinco niños así que quiero aclarar, antes de que empiecen los de siempre a intentar atar cabos, que Mamen NO ha inspirado en ningún modo el irreverente contenido de esta obra y que la dedicatoria es sencillamente una declaración de agradecimiento profundo a una amiga que desde hace veinte años ha sido los andamios de mi construcción creativa y vital.



Muchas gracias,

Emilio Williams

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